Según
las prácticas de organización del aula que podemos seguir hoy día y basándonos
en obras de Zabala tales como “La práctica educativa, como enseñar” o “El
constructivismo en el aula” donde intervienen también otros autores, las formas
más usuales de agrupamiento del aula que podemos describir en la actualidad son
las siguientes.
Lo más habitual con lo que podemos
encontrarnos es con el gran grupo. Es la forma más común. Todos los alumnos
están juntos en el aula sin aparentes distinciones ni diferencias y el profesor
se dirige a ellos en voz alta o a través de ayudas tales como la pizarra. No
debe caerse en el error de considerar que es la única forma válida y la más
eficaz, debe combinarse siempre con otros modelos, ya que no todos los alumnos
requieren de la misma atención ni tienen las mismas capacidades. Así pues, es
conveniente para exponer determinados temas y darlos a conocer de manera
genérica a la clase, pero a su vez, debemos tener en cuenta otros modelos que
permitan una mejor interrelación con el alumno, ya que el aprendizaje siempre
avanza a distinta velocidad entre dos personas, los humanos somos así, no hay
dos iguales.
La forma de organización en equipos
fijos consiste en distribuir a los alumnos en grupos de entre cinco a ocho
alumnos, en estos grupos los alumnos desempeñarán unos cargos y tendrán unas
responsabilidades. El número de componentes, los cargos y funciones, así como
la duración del proyecto dependerán de las edades de los alumnos. De esta
manera nos encontramos desde grupos reducidos con duración de un trimestre en
Educación Infantil, a grupos de mas componentes, que pueden desarrollarse
incluso durante un curso entero, por ejemplo, en primaria. También es
importante que los grupos cuenten con cierta heterogeneidad entre los componentes.
Los docentes han de estudiar bien cómo organizar y qué alumnos introducir en
cada grupo y no hacerlo al azar o sin estudiar ciertas posibilidades, así como
ir realizando substituciones en los componentes para evitar la permanencia en
exceso. También es importante que el profesor trate de evitar que los grupos se
cierren en exceso o que se formen liderazgos inconvenientes que puedan
perjudicar la dinámica positiva.
Si el grupo está correctamente formado,
favorecerá la integración de todos los miembros, la tolerancia, el respeto y la
aceptación de la diversidad, así como un incentivo de la capacidad de
compromiso, la comprensión de conceptos y la velocidad de reacción ante
improvistos.
Los equipos móviles o flexibles
requieren la implicación de dos o más alumnos para realizar una tarea concreta.
El tiempo de duración dependerá del tipo de tarea a realizar. Se diferencia de
los equipos fijos principalmente en que puede contener menos integrantes y que
estos pueden seguir formando parte del grupo aunque la actividad concreta haya
acabado. Este modelo permite al profesor prestar una mejor atención a los
alumnos, ya que al ser grupos más reducidos, se facilita la tarea por parte del
docente.
Compenetrándose con todo lo dicho
anteriormente, el trabajo individual se presenta también como una fase
necesaria, en la que el alumno realiza actividades de memorización y refuerzo
de lo ya aprendido y profundización de conceptos y contenidos procedimentales y
actitudinales.
Freinet nos habla de un medio de
trabajo individual con mucha aceptación dentro de la comunidad educativa,
llamado “Contratos de trabajo”. Se trata de que el profesor y el alumno
realicen el llamado “contrato” consistente en la determinación de unas tareas y
unas condiciones a cumplir por ambas partes. Tras un periodo determinado ambos
vuelven a encontrarse, se comprueba el trabajo realizado y se pactan nuevas
tareas.
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