Fundamentalmente,
la paralingüística se centra en el estudio de las emisiones de la voz y de las
características no semánticas del lenguaje; se basa en el análisis y el
reconocimiento de los estímulos vocales. Digamos que se centra más en la forma
que en el contenido.
A través de ellos, el receptor puede
identificar, deducir o hacer juicios en relación a cuatro elementos:
características físicas del emisor, su personalidad, su actitud hacia el
público y su estado emocional.
Según Poyatos la voz humana se caracteriza
por una serie de elementos, que pueden estar condicionadas por diversos
factores, como son los de índole biológico, fisiológico, socio-culturales,
psicológicos y ocupacionales.
Las
características de la voz según dicho autor, son:
Timbre
Es el registro o altura musical de la
voz de cada persona, el modo propio en el que suena y distingue a unas personas
de otras. Es característico de él que varía según las zonas geográficas y que
permanece en el tiempo siendo aproximadamente el mismo en cada persona.
Tono
Es como la huella dactilar de cada
persona, es única e intransferible. Dentro del proceso de comunicación juega un
papel importante, pues es el regulador de sentimientos y expresiones. Dentro
del tono, se diferencian los tonos agudos y los graves; éstos, denotan
neutralidad u objetividad, mientras que aquéllos denotan más expresividad y
emociones, ya sea alegría, sorpresa o lamento, por ejemplo. El control del tono
es fundamental a la hora de la transmisión de información, puesto que va en función
del significado y, además, la entonación incita a la interpretación buena o
mala de la intención del contenido.
Intensidad o
volumen
Su principal función es la hacer
énfasis en diversas partes de un discurso con el objeto de atraer la atención
del receptor. La intensidad del volumen de la voz, una vez, manifiesta cierto
tipo de emociones. Si es demasiado alto, se puede interpretar como autoridad,
dominio, seguridad o excesiva alegría, alboroto. Por contraposición, una
intensidad más bien baja, se interpreta como inseguridad, falta de autoridad,
poco esfuerzo, introversión.
Con ello, entendemos que el volumen a
usar viene determinado en función del contexto, del público, de la dificultad
del contenido y del conocimiento previo que se tenga de éste.
Por último, se debe hacer mención a los
silencios. Éstos, son pausas realizadas en momentos estratégicos de la
exposición, muy significativas y de gran utilidad, sobre todo, para captar la
atención del receptor ante un contenido de importancia. Son fundamentales al
inicio de las exposiciones, para resaltar el énfasis en algún contenido
concreto o al cambiar de tema u actividad.
Ritmo o tiempo
Se refiere a la fluidez verbal con que
se expresa una persona. Medido en palabras por minutos, lo ideal es utilizar
unas cien o ciento cincuenta palabras por minuto para que nuestro mensaje sea
comprensible.
Entendemos una escala que mide el ritmo
al hablar: muy lento, lento, medio, rápido y muy rápido. Uno u otro provoca
sensaciones diversas en el receptor, por lo que lo que debemos cuidar nuestro
ritmo a la hora de exponer un contenido. Los ritmos lentos provocan
aburrimiento, cansancio, desinterés, monotonía, frialdad, retirada…A la emisión
lenta de la palabra se le conoce como bradilalia. Por el contrario, los ritmos
rápidos y animados, incitan a la conversación y al contacto o bien al
nerviosismo y agobio; al uso rápido de la palabra se le conoce como taquilalia.
Resonancia
Es la manera en la que resuenan las
vibraciones de las bandas vocales por la forma y el tamaño de cada cavidad. Se
clasifica en tres tipos: oral (voz clara y firme), faríngea (rasgo positivo en
el hombre, que implica madurez, pero negativo en la mujer) o nasal (sugiere
actitudes negativas).
Campo entonativo
Puede ser melodioso o monótono, según
la impresión que cause la combinación de los registros, los acentos y las
pausas empleadas a lo largo del discurso por la persona.
Segregadores
Existen distintos tipos de
perturbadores, donde destacan los largos periodos de silencio, uso excesivo de
palabras sin contenido, las repeticiones, tartamudeos, muletillas,
interjecciones, omisiones, pronunciaciones erróneas, etc.
El llanto, la risa, el control de las
articulaciones, el control de los órganos del sistema respiratorios… son
ejemplos de señales que acompañan a la información lingüística, permitiendo
extraer información emocional u otro tipo de información en referencia al
contexto del emisor.
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